Las celebraciones del 8 de Marzo constituyen una manifestación reivindicativa que no muestra síntomas de mejora.
Sin ánimo de ser pesimistas, año tras año se reclama la solución a los mismos problemas de antaño, a los que se suman muchos otros, en una clara muestra de que la situación de la mujer en el mundo no avanza a los pasos que debería.
La mujer sigue estando discriminada en el ámbito laboral, con datos estadísticos contundentes. Las mujeres cobran un menor sueldo por realizar el mismo trabajo que un hombre, y el acceso a puestos de responsabilidad sigue siendo un terreno vetado en la gran mayoría de empresas. Todo ello, con la población femenina académicamente mejor preparada de la historia. Las mujeres siguen teniendo que demostrar ante la sociedad que son válidas para ocupar un gran puesto, mientras que las habilidades directivas de un hombre se presuponen.
De la misma forma, en el ámbito de la conciliación de la vida laboral y social, la mujer sigue sufriendo las consecuencias de esta falta de acuerdo social. En un porcentaje muy elevado, la mujer es la que elige entre trabajo o familia, debido a la masculinización del mercado laboral, que no ofrece alternativas para compaginar ambas tareas.
Los horarios laborales trasnochados que existen en España, las reuniones de trabajo a horas tardías, y el alargamiento innecesario de la jornada laboral, no hacen más que convertir a España en uno de los países con más baja tasa de productividad de la Unión Europea, a la par que es uno de los territorios donde más horas se trabaja. Esta paradoja no se daría si existieran más mujeres en puestos de responsabilidad, que seguramente sabrían como aumentar la productividad con un horario laboral mejor distribuido, y no reñido con el disfrute de una vida social plena.
Los problemas laborales parecen un tema menor comparados con la lacra de la violencia de género. Año tras año vemos como las cifras de muertes de mujeres a manos de sus parejas o ex parejas sentimentales se mantienen, o en el peor de los casos, crecen. La violencia de género es un problema básico de educación, que no distingue entre clases sociales, edades ni oficios. La educación es la única forma de erradicar este problema que hace pensar a muchos hombres tener plenos derechos sobre las mujeres, incluido el derecho a decidir sobre su vida o su muerte. Erradicar este terrorismo de género debe ser el eje principal de las políticas de igualdad de cualquier gobierno.
Asimismo, la explotación sexual de las mujeres sigue siendo un grave cáncer que hoy en día parece imposible de extirpar, sumida como está en redes mafiosas internacionales difíciles de identificar.
Las mujeres inmigrantes que llegan en patera a nuestras costas sufren una doble discriminación: una por el hecho de ser inmigrantes, y otra por el hecho de ser mujeres.
Prácticamente invisible es el sufrimiento de estas inmigrantes que llegan a nuestro país, muchas de ellas embarazadas a causa de las violaciones sufridas en el camino, ya sea por los policías fronterizos o por sus propios compañeros de viaje. Una vez en España, son sometidas a la explotación sexual, denigrándolas como personas y convirtiéndolas en protagonistas de la mayor esclavitud de nuestro siglo, la prostitución. Una esclavitud que nuestra hipócrita sensibilidad occidental prefiere olvidar y omitir, como si con ello erradicáramos el problema.
Con la proclamación de la II República en España, se abrió la puerta a un hecho impensable en la sociedad precedente: el derecho a votofundamento de privilegio jurídico la naturaleza, la filiación, el sexo, la clase social, la riqueza, las ideas políticas, ni las creencias religiosas. En 1931, además, sólo España e Italia no tenían aprobada una Ley del Divorcio, que llegó de la mano de la República en 1932, convirtiéndose en una de las leyes del divorcio más progresistas de las existentes. de las mujeres. De la misma forma, la Constitución Republicana reconocía que no podrían ser fundamento de privilegio jurídico la naturaleza, la filiación, el sexo, la clase social, la riqueza, las ideas políticas, ni las creencias religiosas.
La República abrió la puerta al proceso de igualdad entre hombres y mujeres, un proceso que lejos de estar culminado en pleno siglo XXI, sigue dando claras muestras de deterioro.
La represión franquista, junto al retroceso de los gobiernos de derecha, y la ineficacia de los de izquierda, han contribuido a que la mujer siga dando palos de ciego en su lucha por alcanzar la igualdad efectiva.
Una política basada en la educación del individuo, junto a políticas transversales que faciliten una igualdad de derechos plena, y no sólo como opción de marketing político, es la única vía para que el 8 de Marzo se convierta en una fiesta donde celebrar los éxitos conseguidos.
Y una República laica, progresista y federal es la mejor opción para implementar estas políticas de plena igualdad de derechos basadas en la educación universal, una educación que convierta a los ciudadanos en personas con valores, unos valores de igualdad, en una sociedad justa e igualitaria.
Laura Martínez. Politóloga.